martes, 30 de xaneiro de 2018

NON

Analizade o seguinte poema de CELSO EMILIO FERREIRO, pertencente ao seu libro Longa noite de pedra:


                  NON

Si dixese que si,
que todo está moi ben,
que o mundo está moi bon,
que cada quen é quen…
Conformidá.
Ademiración…
Calar, calar, calar,
e moita precaución
Si dixese que acaso
as cousas son esí,
porque si,
veleí,
e non lle demos voltas.
(Si aquil está enriba
i aquil outro debaixo
é por culpa da vida.
Si algunhos van de porta en porta
cun saco de cinza ás costas
é porque son unhos docas).
Si dixera que si…
Entón sería o intre
de falar seriamente
da batalla das froles
nas festas do patrón.

Pero non.
 

Podedes escoitalo aquí:



(Paradigma de inconformismo)



Xaneiro 1972 II (Moraima). Celso Emilio Ferreiro. Poema comentado

martes, 16 de xaneiro de 2018

A muller no franquismo

Que pasou coa situación da muller durante a ditadura franquista?




Guía de la esposa perfecta:

En los años cuarenta y cincuenta, durante la dictadura de Franco, se vivía en una sociedad machista, la mujer era considerada como la que incitaba al pecado y había un dominio del hombre sobre la mujer en los temas referentes a las concepciones sociales y científicas, ya que existía una supuesta inferioridad mental en ésta.  La Falange hizo hincapié en la posición de las mujeres creando un manual de la esposa perfecta en 1953, el cual se entregaba en España a todas las mujeres que hacían Servicio Social en la sección femenina, algo que ahora es considerado como machista en aquella época eran normas que las mujeres tenían que cumplir. Las reglas iban desde las tareas de la casa hasta las relaciones sexuales.
La Sección Femenina estaba dominada por Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de la falange José Antonio Primo de Rivera. Estas mujeres hicieron muchas labores, crearon campamentos de alimentación para niños y cuando se las empezó a conocer, en 1937, se les entregó el Servicio Social de la Mujer, que por aquellos tiempos ya era obligatorio, por lo que eran las encargadas de la formación femenina.
La acción que realizaba la Sección Femenina durante el Franquismo era la de enseñar a las jóvenes a ser buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas, subordinándose totalmente a los hombres. Se esperaba de las mujeres su sumisión y docilidad cuya función principal era la maternidad. Así se encontraron las mujeres tras la Guerra, teniéndose que adaptar a ser mujer y madre y dedicarse exclusivamente al cuidado de éstos bajo la moral católica del franquismo.
Después de la Segunda República las mujeres ya habían conseguido el derecho al voto y su ocupación en lugares públicos, pero el régimen franquista las condujo de nuevo a sus hogares y a considerarlas únicamente como procreadoras, como consecuencia de las muertes causadas. Su función era mantener el orden tradicional del hogar, cuidar al hombre, protegerlo y satisfacerlo.















A represión contra as mulleres republicanas

La represión franquista contra la mujer: las rapadas


Poco se ha hablado acerca de la represión ejercida sobre las mujeres republicanas —específicamente sobre ellas— durante la Guerra Civil y la posguerra. Numerosos trabajos se han centrado en una especie de «limpieza sistemática» de los rojos durante la contienda y/o los vencidos en los años posteriores, pero pocos han abordado a fondo las características concretas de la persecución y humillación que las mujeres rojas sufrieron durante el franquismo. Y es que la Guerra Civil española, y la posguerra, pueden tener una lectura de género que, en la actualidad, nos parece de vital importancia. En efecto, las mujeres republicanas fueron víctimas de una serie de abusos «institucionalizados» que vale la pena analizar en profundidad.
La imagen de mujer que había comenzado a extenderse durante la Segunda República permitía un cierto «escape» respecto a la rigidez previa y, aun más, respecto  a lo que vino después. Si bien no habían cambiado ciertos estereotipos de feminidad, las mujeres durante la Segunda República sí pudieron encontrarse identificadas con un patrón de conducta que permitía la actividad, la decisión, la participación activa y necesaria que las requería —bien como madres, bien como milicianas cuando estalló la guerra— de una manera profundamente novedosa. Así, desde el 18 de julio de 1936, el modelo de mujer roja pasó a formar parte de una suerte de «demonización» de lo que debía ser una mujer. Es decir, el demonio pasó a ser la mujer roja.
Durante la Guerra Civil, la represión de la población fue convirtiéndose en la nota dominante y constante del avance del ejército sublevado. Según avanzaban las tropas franquistas y «liberaban» pueblos y ciudades, se instalaba en estos una particular forma represora que afectaba a hombres y mujeres —rojos todos, o supuestamente rojos— de diferente manera. Mientras ellos, los varones republicanos, habían caído en el frente, eran ejecutados o huían (algunos «se echaban» al monte) ante la llegada inminente de los militares sublevados, ellas permanecían en los pueblos, a cargo de sus familias, en la más absoluta miseria y sabiéndose perseguidas.
Así comenzó a extenderse el corte de pelo al rape y la ingesta de aceite de ricino como una manera de humillar, vejar y «marcar» a todas esas mujeres que, a fin de cuentas, venían a reflejar lo más recriminable de la feminidad desde el punto de vista de los sublevados y del orden que pretendían imponer y que, de hecho, impusieron. En efecto, las autoridades del pueblo (Falange, Guardia Civil, requetés…) detenían a las mujeres, les rapaban el pelo al cero —a veces les ponían una banderita roja colgada de un pequeño mechón en la frente o en la nuca—, las obligaban a beber aceite de ricino para provocarles diarreas y las «paseaban», mientras se cagaban encima a causa del purgante, por las principales calles de las poblaciones «liberadas», en ocasiones acompañadas por la banda de música del pueblo.
La historiadora francesa Maud Joly, en su trabajo titulado Las violencias sexuadas de la guerra civil española: paradigmas para una lectura cultural del conflicto (Historia Social, núm. 61, 2008), ha estudiado en profundidad el fenómeno del empleo del cuerpo de la mujer como frente de guerra en el que humillar y vencer definitivamente al enemigo. La práctica del rapado de pelo durante la Guerra Civil y la posguerra (la práctica reaparecerá más tarde en Francia con las mujeres acusadas de colaboracionistas durante la Segunda Guerra Mundial) tiene un componente de marcación de los cuerpos que adquiere un carácter de táctica deliberada de combate.
Ya no se trata tanto de apartar, perseguir o vencer al enemigo, sino, más bien, de exhibir a modo de espectáculo una especie de «deformidad monstruosa» que, desde el punto de vista de los sublevados, se había desarrollado durante la Segunda República. En tribunales militares, que más parecían una burla, se decidía que ciertas mujeres debían ser castigadas por haber contribuido al derrumbe de la moral católica, por haber enarbolado una bandera republicana durante el «dominio rojo», o por haber participado en el saqueo de la iglesia del pueblo. Y así, tras las pruebas «de oídas» de algunos testigos —muchos aprovechaban para vengarse por antiguas rencillas—, se decidía que una mujer debía ser ejecutada o encarcelada durante treinta años. Pero fueron muchas más a las que, sin necesidad de pasar por juicio alguno, raparon, purgaron y exhibieron en la plaza de sus pueblos para escarnio público.
Durante la posguerra se instaló en el país un absoluto control social con un sistema de «abajo arriba» que impedía la menor disensión. Todo el mundo estaba vigilado y cualquiera que hubiera colaborado con los vencidos podía ser detenido, acusado de rebelión militar y ejecutado. Las mujeres vivieron esta persecución constante de una manera especialmente dolorosa y cruel. Se extendieron las violaciones y vejaciones sexuales en comisarías, cuarteles y cárceles en un intento de cosificar y deshumanizar a quienes los vencedores consideraban el germen de la «maldad» republicana. Ahora ya de un modo institucionalizado. Gracias a los testimonios de supervivientes recogidos por Tomasa Cuevas en su obra Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas (Instituto de estudios altoaragoneses, 2009), podemos darnos cuenta de la profunda humillación —física y psíquica– que padecieron miles de mujeres durante los primeros años del franquismo. Pero no solo entonces; la práctica del rapado de pelo reapareció en España durante los primeros años sesenta como un método de represión sexuado ante las huelgas de la minería asturiana. Cabe preguntarse: ¿de dónde nace esa voluntad de marcar los cuerpos de las mujeres como una forma de castigo-dominio público?; ¿qué se oculta tras ese gesto arbitrario y exhibicionista que se sirve del cuerpo de la mujer como un territorio de combate para demostrar el poder de quienes lo ejercen?
De nuevo nos encontramos ante preguntas que enlazan directamente con una cuestión política, moral y de género en la que a la mujer siempre le ha tocado representar el papel de víctima. Por fortuna, el tema comienza a despuntar, y tanto historiadores como estudiosos/as de diversas disciplinas han comenzado a escuchar y a difundir los relatos y las voces de quienes históricamente han estado silenciadas. No hay mejor arma que la escucha. Y nuestro pasado reciente nos obliga a escuchar para evitar caer en el terreno trágico del olvido.

luns, 1 de xaneiro de 2018

Noventa anos de Nós

 http://www.sermosgaliza.gal/opinion/xoan-carlos-dominguez-alberte/noventa-anos-de-nos/20171227124213064633.html

Inicíabase 1928 cun forte pulo na cultura galega. Era debido á creación dun novo e decisivo obradoiro para o libro galego. É mágoa, dende unha ollada actual, que a conmemoración desta efeméride senlleira pasase desapercibida por completo no eido das nosas letras.

Polo descoñecemento xeral da data precisa e pola especial significación do acontecemento, paga a pena reproducir o texto, incluído no número 240 —do 1 de setembro de 1927— d’ A Nosa Terra, titulado “A Editorial Nós”. Eis o seu contido íntegro:

“Unha grata nova temos de lles comunicar aos nosos lectores, a quenes, como a nós, producirá sin dúbida unha gran ledicia o seu conocimento: Referímonos a haberse estabrecido unha imprenta que baixo o rubro que encabeza estas liñas adicaráse ao patriótico labor de impulsar a impresión de obras literarias e toda crás de traballos que teñan por finalidade a exaltación da nosa cultura.

A este labor, que pol-a grande altura ideolóxica que o move merece ser ollado cos máis grandes entusiasmos por todol-os bós patriotas, adicará por enteiro os seus manifestados entusiasmos o que é Director – Xerente do novo estabrecimento, noso irmán Anxel Casal, a quen —non creemos que sexa necesario decilo— desexamos os millores éisitos na sua nova empresa pra ben das letras e da Terra galegas”.

O resultado sería, andado o tempo, o dunha obra sen par, quer do punto de vista cualitativo, quer do punto de vista cuantitativo. O primeiro título en saír do prelo fora a Historia Sintética de Galicia, de Ramón Villar Ponte, do que se realizaría unha tiraxe inicial de 500 exemplares, vendíbeis cada un ao prezo de cinco pesetas.

A primeira obra de “NÓS. Pubricacións Galegas e Imprenta”, a xeito de emblema do nacemento da colección, levaba na cuberta un gravado de Castelao. Aquel que representaba un canastro e ao pé del dous cativos: unha nena que le e un neno que escoita. Esta lámina ía, orixinariamente, acompañada dun pé que dicía “fartura pr’o corpo e fartura pr’o esprito”.

Como deixou escrito Francisco Fernández del Riego  —nun dos primeiros títulos doutra impagábel colección, “Documentos para a historia contemporánea de Galicia”, de Ediciós do Castro— no volume Ánxel Casal e o libro galego: “Cría ese home no porvir máis que no presente que vivía”. De aí o sentido da sentenza lapidaria que, a tan egrexio editor, asemade lle dedicou Castelao: “Fixo por Galicia máis que todos nós”.

Mostra do dito, como se apuntou ao comezo, é a intensa actividade editorial que rexistran as principais cabeceiras da época, exercitada en variados rexistros e en diversos xéneros. Exemplo dun consciente labor de ampliación de horizontes e dunha firme arela normalizadora para a cultura en galego.

Repárese, logo, no repertorio de posíbeis pedidos que, ao pouco de aparecer, se ofrecían xa dende o obradoiro —e lugar de residencia— emprazado no primeiro andar do número 36 da coruñesa rúa Real, segundo se podía ler, ese mesmo nadal de 1927, no número 48 da revistaNós.

Eles son os que deseguido se detallan: Historia Sintética de Galicia (de Ramón Villar Ponte), Dibuxos en Linoleum (de Xaime Prada), Estebo(novela, de Xosé Lesta Meis), A Rosa de Cen Follas (poemario, de Ramón Cabanillas), Margarida a da sorrisa d’aurora (pioneiro conto infantil, de Evaristo Correa Calderón), A tola de Sobrán (comedia, de F. Porto Rey).

Asemade anunciábase a inmediata aparición dos seguintes volumes: Pelerinaxes (libro de viaxes, de Ramón Otero Pedrayo), Obras teatraes(de Antón Villar Ponte, Xavier Prado “Lameiro”, Gonzalo López Abente e Ramón Suárez Picallo, entre outros), A escadeira de Xacob (novela, de Eduardo Blanco Amor), O Mariscal (segunda edición da obra dramática de Ramón Cabanillas e Antón Villar Ponte).

Ao cal lle habería que engadir aínda a imprimación do Diccionario enciclopédico gallego-castellano, de Eladio Rodríguez González, en cadernos mensuais, dada a súa extensión e viabilidade económica (A Nosa Terra, núm. 241, 1º de outono de 1927).

Este trepidante comezo non sería máis ca o anticipo dun esforzado labor —coa axuda constante da súa dona, María Miramontes— que remataría, a sangue, no 36, cun pulso firme ao que lle acae, de xeito marabilloso, o epitafio pondaliano “déixoche unha lingua de ouro”.

Velaquí, entón, na Galiza de arestora, o exemplo de “os homes, os feitos, as verbas” como xurdio modelo a seguirmos.